Los niños consumidores
Todo el mundo sabe que los niños suelen tener caprichos, muchas veces los padres deben optar entre ceder al pedido o verse inmersos en una discusión que puede terminar en berrinches y en escenas incómodas. Esto no es nada anormal, lo malo es que el mercado se abuse de esta situación para su propio beneficio. Se le hace creer al niño que el no tener lo último, lo que usan todos los niños que son felices los hace inferiores a sus pares, hace que jueguen peor y los pequeños caen fácilmente en esa trampa, y los padres también.
En la actualidad los niños pasan mucho tiempo frente al televisor, computadora y hasta usando ipads o celulares, aparatos que los mantienen apartados del mundo real manteniendo su atención con imágenes creadas persé y atiborrándolos de publicidad. Esto viene ligado a un cambio social que se está dando mucho por estos días. Los padres no pasan tanto tiempo con sus hijos como antes dado que quizá ambos trabajan o tienen algún tipo de conflicto conyugal. En ese tiempo que los chicos actuales no tienen la atención de sus padres es cubierto por artefactos que los tengan ocupados "sin molestar". El esparcimiento (no pocas veces culposo) que comparten padres e hijos se da durante las vacaciones o en algún fin de semana y por lo general involucra llevar al niño a un lugar rebosante de tentaciones consumistas: juegos, películas (de pobre calidad argumental pero con un estudiado exceso de color y formas), alimentos y bebidas chatarra (que consumen los ídolos de sus series), juguetes (también de pobre calidad, para que persista la industria), muñecos,... lo que ahora se considera una "tarde en familia". Los hábitos de consumo de los EEUU han logrado imponerse en otras partes del mundo, basta con ir un fin de semana a un centro comercial para ver la cantidad de niños que pasan la tarde allí entretenidos con todo lo que allí se ofrece.
Hay un gran número de productos destinados a los niños, y el mercado usa los antojos desenfrenados de los infantes para sacar su beneficio. Se acostumbra a los niños desde pequeños a consumir, se liga su diversión al consumo, por tener el mejor juguete, la mejor ropa o los elementos "oficiales" de su personaje favorito del momento. Los programas infantiles, salvo honrosas excepciones, tienen publicidad subliminal y cada vez son más habituales los personajes interesados en el dinero que suelen ser tildados de "populares": a las niñas se les dice que deben ser lindas y tener la mejor ropa de diseño, a los chicos que basta con tener un determinado estilo para estar en el bando de los ganadores.
Esta frase la vienen repitiendo los adultos desde tiempos inmemoriales, quizá para quedar bien con los padres del niño/a en ese irrefrenable (y sano) orgullo por su creciente madurez. Esto suele ser una trampa, no necesariamente los niños actuales son más inteligentes por saber usar un iPad, no está demostrado que su interrelación con las nuevas tecnologías les dé a los niños actuales una ventaja con respecto a los que jugaban Nintendo ni estos fueron "superiores" a los que crecieron con la televisión, que tampoco se destacaron con respecto a aquellos que jugaban con modestísimos soldaditos de plomo. La inteligencia del niño se potencia mediante una buena alimentación y haciéndolo pensar, acción que erróneamente se cree nociva para los pequeños.
La cuestión de la ropa tampoco es menor, los niños se ven estimulados a vestir y a comportarse como adolescentes. Los límites entre adolescencia y niñez son cada vez más borrosos y para colmo muchos alientan a sus hijos pequeños a que adopten comportamientos ajenos a su edad. Esto también es confundido con un gesto de madurez, pero en realidad son empujados por el mercado a utilizar bienes que son consumidos por personas mayores, que a la vez son consumidores insatisfechos. El caso de la ropa y cosméticos resulta bastante peligroso dado que algunas producciones de moda de niños "precoces" (infame adjetivo, los niños no deben quemar etapas aceleradamente) no distan mucho de un book para pederastas...
La diversión violenta
Es probable que nuestra infancia haya transcurrido entre juguetes "característicos" por género: muñecas y elementos de madre/ama de casa para las niñas y autos, pelotas y juguetes bélicos para los niños. Culturalmente esto implicaba un mensaje subliminal que nadie ponía en duda: las niñas eran preparadas para la vida casera y de madre, mientras que a los niños se los relacionaba con el mando, la rudeza. Esto implica que mediante el juego, el niño se familiariza con conceptos impuestos culturalmente.
El tema del bien y del mal es algo que aparece permanentemente en el juego y en las historias infantiles (cuentos, películas, canciones, fábulas) que si bien en muchos casos intentan dejar un mensaje ejemplificador, en otros se impone la idea de que "los malos" lo son por gusto, y que los conflictos se resuelven mediante la violencia. La maldad incorregible es un concepto que muchos sostienen hasta la adultez, donde la mala reputación de los "villanos" de turno imposibilita cualquier diplomacia reparadora basada en el diálogo. Estas actitudes son las que sostienen la mano dura ante los descarriados de la sociedad.
Generaciones consumistas
Ya hay padres ultraconsumistas que fueron criados en medio de este sistema y criarán a sus hijos así, el mercado se defiende bajo premisas tales como "los padres deben decidir por sus hijos"... en este escenario no queda mucha opción, bajo el discurso monopólico de la publicidad (abierta y subliminal), la imposición de modas, de conceptos como que el consumo de cosas nuevas nos brinda felicidad, aquellos que crecieron bajo estos mensajes difícilmente le brinden algo más instructivo a sus hijos.
Salvo que antes de convertirse en padres, hayan abierto los ojos.