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martes, 21 de enero de 2014

Hipocresía a la europea


Por estos días causó revuelo un problema de la vida personal del Primer Ministro de Francia, Françoise Hollande, quien le estaría siendo infiel a su esposa. Esta noticia ocupa las primeras planas de los medios franceses y mucho espacio en no pocos internacionales.
Este morbo absurdo está potenciado por estos medios de comunicación, preocupados por temas superficiales, escandalosos e irrelevantes para la realidad de los pueblos, mientras que los temas verdaderamente importantes son tratados con deliberada incompetencia y/o tendenciosidad... cuando son tratados.
Francia ostenta un nivel de desocupación preocupante para una superpotencia de este calibre, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la tasa de paro aumentó desde 2011 hasta casi un 11% de la población laboralmente activa, siendo muy alta entre los jóvenes de menos de 25 años que llegan a ser desocupados en un 24% (hombres) y 27% (mujeres), además en los últimos años aumentó la desigualdad social. Pero claro, importan mucho más las sábanas de monsieur Hollande. Esta alta desocupación se debe, en gran parte, al cierre de 42.000 pequeñas y medianas empresas en toda Francia durante la administración de este dizque socialista.
Considerando el grupo de los multimillonarios del mundo, Francia tiene el tercer porcentaje más alto (sólo superado por EEUU y Japón), quienes a pesar de la crisis son más ricos que antes.
Además a los franceses se les viene un período de "austeridad" (eufemismo que quiere decir violento ajuste), más presión fiscal al ciudadano común por el aumento del IVA (impuesto al valor agregado) y un recorte en el gasto público por 17.000 millones.
La actuación más allá de las fronteras del gobierno francés tampoco es para envidiar. Fue el único país que abiertamente adhería a una violenta intervención en Siria hace unos meses, ante el repliegue de EEUU, Hollande quedó solo en su intentona bélica. También es penosa la intervención de fuerzas francesas en Mali, país africano productor de uranio, y en República Centroafricana, donde la excusa de la potencia colonial es la "ayuda humanitaria" o la "defensa de la paz". Maldito falso proteccionismo que esgrime Francia siempre para justificar su intervención sobre sus ex colonias.
Francia es aún uno de los países que más colonias tiene desperdigadas por todo el mundo aunque muchas de ellas aparecen bajo nombres más elegantes como Territorios/dependencias/colectividades de Ultramar o dependencias con "estatuto especial", no pocas de ellas son consideradas paraísos fiscales como Polinesia Francesa, San Pedro y Miquelón o Tahití. Las Tierras Australes Francesas (como la inhóspita isla de Kerguelen) le dan derecho al país galo a reclamar un sector antártico bajo una excusa similar a la de los británicos con Malvinas. Como no existe un reclamo de otros países sobre los territorios administrados por Francia que sea tan conocido como Malvinas, Chagos o Gibraltar, el régimen colonial francés pasa desapercibido, sin embargo la Guayana Francesa es la dependencia europea más grande sobre Sudamérica, es 7 veces más grande que las islas Malvinas (aunque ostenta un territorio oceánico menor). Allí hay 3 bases militares de la OTAN, una cuenta con una plataforma de lanzamiento de cohetes de la Agencia Espacial Europea (paradójicamente los proyectos espaciales europeos no despegan de Europa) y radares que monitorean a los países de la región. El régimen colonial francés en la Guayana se sostiene por la instalación de colonos como en Malvinas, prebendas para los nativos locales y un grupo de inteligencia llamado Barbouzes, encargado de infiltrarse en grupos independentistas para diezmar su poder, este grupo esta bajo la órbita del estado mayor.
Por su situación de miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, esta potencia colonial mantiene posturas de privilegio inaceptables para otros países. Además es uno de los estados que posee la bomba nuclear, ningún primer ministro francés se priva de alardear de los códigos nucleares que el edecán lleva en un maletín que acompaña al mandatario en todas sus giras de estado como muestra de poderío.
Estos chismes de almohada suelen ser muy inoportunos, o por el contrario muy convenientes. Quizá este enredo haga olvidar a los franceses de la decepcionante forma de gobernar de Hollande. Sin embargo, hace años en EEUU, un problema similar involucró al presidente Bill Clinton quien se supo engañó a su mujer Hillary con una joven becaria. Este entuerto fue "disimulado" por la administración Clinton de la forma que más les agrada a los estadounidenses, con guerra. Bajo la excusa de combatir a focos de Al Qaeda, EEUU bombardeó hacia fines de siglo pasado Sudán y Afganistán, mucho antes del 11S. Este acto sirvió no sólo para poner la atención en otro lugar que no fueran las aventuras amorosas de Clinton en el Salón Oval de la Casa Blanca sino para mostrar fuerza ante los opositores republicanos belicistas que acusaban al presidente de "blando".
Muchos franceses creyeron que Hollande iba a ser mejor al impresentable Nicolas Sarkozy, pero esencialmente es más de lo mismo. En Europa aún es difícil abrir un gran debate ideológico, todo se juega dentro de los límites que establece el neoliberalismo y en muchos casos el mote de "socialista" no es más que un adorno que evoca tiempos idos, de aquellos idealistas del mayo francés que hoy sentirían asco de una sociedad que no cuestiona la política colonial, ni las recetas neoliberales que amplían la desigualdad y llevan más riqueza a menos manos ni la aberración histórica de la deuda con Haití, quien le tuvo que pagar a Francia su independencia y condenó al país caribeño a una extrema miseria, pero que se horrorizan por un lío de polleras.

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