Stepán Bandera |
Esta disyuntiva se observa en los gobiernos que Ucrania ha tenido desde los '90: algunos pro-europeos, otros pro-rusos, lo que demuestra una división política en la población que puede ser tomada como lógica en cualquier democracia moderna, pero se puede tornar en violenta si se conspira con los mecanismos adecuados.
Los países de la OTAN (lo que a veces se oculta tras el seudónimo de "Occidente") necesitan que Rusia esté debilitada, no están interesados en ninguna especie de contrapeso, ni siquiera China, país al que miran amistosamente en los negocios, pero sin bajarle la guardia. Cierto éxito que tuvo la UE al sumar a ex repúblicas de la URSS daba la idea de un achicamiento territorial de la esfera de influencia rusa, para ello en la crisis estaba la oportunidad, muchos países ex URSS padecieron problemas económicos al dejar de depender de la Gran Madre Rusia y vieron en las mieles que les ofrecieron los europeos una chance de salvarse. La invasión a Afganistán le sirvió a EEUU para instalar bases en Asia Central (Uzbekistán) y de esta forma "acotar" a Rusia en oriente bajo el pretexto de que se llevaba a cabo una guerra contra el terrorismo.
Aunque no en todos los casos fue así, en otras regiones se alentaron conflictos internos étnicos, religiosos y políticos (ver Las revueltas organizadas en las ex repúblicas soviéticas). A veces los argumentos los otorgaban los mismos débiles gobiernos surgidos tras la desintegración de la URSS que no sabían como guiar el nuevo país hacia el progreso, otros demostraban incompetencia, corrupción y se inclinaban hacia aquellos que les prometieran más.
Tú divides y yo también ¿quién reinará?
Crimea (amarillo): Sevastopol (rosado) tiene un status diferente |
Los nacionalismos tampoco estuvieron ausentes, alentados por injerencia occidental como por los rusos, que desde la asunción de Vladimir Putin le juega al bloque OTAN con sus mismas armas, fuego contra fuego como en la Guerra Fría, paradójicamente. Por ello ante la intromisión europea en Georgia, Rusia avaló la escisión de Abjasia y Osetia del Sur la década pasada, no reconocida por occidente.
En Ucrania el panorama se torna similar, este país estratégico por sus riquezas minerales (además de ser de paso para el gas ruso que alimenta Europa Central) y cuya frontera norte está muy cerca de Moscú tiene una gran comunidad de rusos concentrados principalmente en la península de Crimea y las regiones orientales de Lugansk y Donetsk. Por ello, y quizá para cobrarse lo ocurrido en Kosovo (tema interesante para tratar en el futuro) Rusia se anexó la histórica península de Crimea ante el resultado de un referendum llevado a cabo en la península según el cual más del 70% de los crimeos decidieron pasar a soberanía rusa.
La misma comunidad internacional que no reprocha la ocupación británica de Malvinas, ni la opresión israelí sobre Palestina respondió airadamente a esta reacción rusa evocando la integridad territorial ucraniana. Lo que no se dice es que Crimea antes de ser ubicada bajo administración ucraniana era rusa, y la decisión de cambiarle el status fue del gobierno de Stalin que ante la sospecha del colaboracionismo con los nazis de los tártaros (otra importante comunidad de la península), no sólo hizo deportar a un gran número de éstos, además cedió la península a la por entonces República Socialista Soviética de Ucrania.
Vale la pena aclarar que no fue una cesión entre países, tanto Rusia como Ucrania estaban dentro de la URSS, país que los líderes de Moscú sin duda creían que iba a ser eterno.
De izq. a der.: Vitali Klitchko, Angela Merkel (canciller alemana, país central de la Unión Europea) y Arseni Yatseniuk. |
De Donetsk provenía el derrocado presidente pro ruso Víktor Yanúkovich que en el afán por agradar a sus opositores había iniciado un coqueteo político con la UE, del cual renegó (¿ante malestar ruso?) y se echó para atrás.
Este desplante no cayó para nada bien en el sector europeísta ucraniano que inició protestas contra el presidente. Estas manifestaciones, quizá en un principio genuinas, fueron aprovechadas por occidente de la peor forma: apoyando a grupos nacionalistas cuyo máximo referente es Stepán Bandera lideraron las violentas protestas que provocaron el derrocamiento de Yanúkovich. Estos grupos, fueron tomados por los medios de comunicación occidentales como patriotas que luchaban por la libertad, ocultando sus violentas acciones.
Para que nos imaginemos de lo que hablamos, Bandera fue un colaboracionista nazi durante la II Guerra Mundial y es admirado por sectores fascistas que lo consideran un prócer. Estos sectores fueron preparados militarmente para luchar contra la policía ucraniana cuerpo a cuerpo, fueron armados y solventados con dinero proveniente de occidente. Además gozan de impunidad absoluta para oficiar como grupos de tareas (tan similares a los que hubo en América Latina durante el Plan Cóndor) para reprimir a cualquiera que tenga una mínima simpatía por Rusia.
Estas manifestaciones en extremo mucho más violentas que lo que nos mostraban los grandes medios de occidente, fueron llevadas a cabo en la plaza Maidán, en la capital ucraniana Kiev. Estos manifestantes se hicieron conocidos como los Euromaidán y en general eran liderados por el ex boxeador Vitali Klitchko.
La caída de Yanúkovich provocó el ascenso de políticos a quienes les gusta más aparecer en la tv occidental que hablarle directamente a su pueblo. Como fue el caso de Arseni Yatseniuk que se dirige en las conferencias de prensa... hablando en inglés....
El dilema actual
Hoy Ucrania tiene una grave división interna, los territorios orientales mayormente poblados por rusos
Conflictos de Ucrania hoy y áreas separatistas pro rusas |
A diferencia de Libia o Siria donde occidente apoyó grupos de mercenarios para forzar un golpe de estado, en Ucrania tuvieron que enfrentar a grupos preparados de igual manera por Rusia. Estos grupos armados son los que sostienen el territorio escindido.
Hace pocas semanas un avión de Malaysia Airlines fue derribado sobre la zona en conflicto. La mayoría de las víctimas eran holandeses (de un país de la UE) e inmediatamente se acusó a Rusia del siniestro. No se sabe si es verdad, lo cierto es que sin demasiadas pruebas contundentes empezaron a llover las sanciones, principalmente económicas, contra Rusia por parte de estados de la OTAN y afines, por una injerencia sobre otro país. Vale decir que en los otros casos de injerencia antes citados sobre Oriente Medio y África nadie movió un dedo, los grandes medios presentaron esas intervenciones como "ayudas" militares de potencias de occidente.
En los últimos días se cree que hubo un enfriamiento del apoyo ruso a los separatistas en respuesta a las sanciones, aunque la resistencia perdura, las armas están y es muy importante lo que se está jugando en Ucrania como para que Rusia, que aspira a instalarse como potencia contrahegemónica, se desentienda del asunto tan rápido.
Lo que nos demuestra el ejemplo ucraniano es que las grandes potencias no escatiman fondos ni esfuerzos para cambiar el mapa político a su antojo, y aunque alguna crisis conspirativa haya sido superada, este poder no suele darse por vencido e insiste con sus planes mejorándolos.
En Latinoamérica no podemos distraernos, diversos intentos de desestabilización contra gobiernos populares han ocurrido disfrazados de protestas ciudadanas: las guarimbas de Venezuela , los cacerolazos en Argentina, la asonada policial de Ecuador, la crisis secesionista de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia y las protestas anti-mundial en Brasil quizá fueron pruebas piloto de algo peor que podría perfeccionarse. Ya tenemos los antecedentes de Honduras y Paraguay como para estar alerta.
Como aquella Revolución Naranja tramada para Ucrania desde fuera, estas movilizaciones comparten algunos reclamos que pueden ser lógicos y mensajes de ultraderecha. En todos la violencia, la discriminación y el vandalismo se hicieron presentes, así como algunas sospechas de injerencia exterior y el apoyo de las grandes corporaciones de medios tanto nacionales como extranjeras que se encargaron de mostrar a los participantes de las marchas como gente común que reclama por libertad ignorando las flagrantes expresiones de odio y violencia.
De nuestra atención, buen juicio y memoria depende que otra Maidán no vuelva a ocurrir.