El cielo es verde
Imagine usted que en una red social se me ocurre publicar un comentario donde afirmo que el cielo es verde y que existe una gran conspiración que nos oculta esta verdad. Usted podrá reirse, burlarse, o incluso diplomáticamente tratará de hacerme ver que estoy en un error.
Pero claro, mi plan no es darle la razón, entonces sutilmente puedo sugerir que usted tiene la mente colonizada, que lo han convencido de una mentira y tarde o temprano se sentirá agredida/o y no tardará en insultarme. Si hubiera comenzado por allí, me hubiera hecho el trabajo mucho más fácil.
En ese momento, como buen fanático, pondré en evidencia su intolerancia a mi "libre pensamiento" y por proyección, la toda la gente que cree (con razón) que el cielo es azul.
Aunque le cueste creerlo, mucha gente que no confía en su propia vista podría solidarizarse conmigo, repudiar su actitud soberbia y hasta quizá empiecen muchos a notar un tono verdoso en el cielo.
Cualquier ignorante pude debatir cualquier tema, hasta los de base científica
Este ejemplo simplón que acabo de presentar es un accionar típico en las redes sociales, el sector generador de simpatías, tendencias y climas de época por excelencia. Las redes como Facebook o twitter son una vidriera para generar emociones, para que usted vea un comentario que le disguste y sienta que debe responder, con la obligación de poner en evidencia al autor del comentario desubicado sin tener en cuenta que esa persona seguramente hizo ese comentario para generar esa reacción suya.
La interacción en redes sociales ha generado diversos grados de fanatismo: terraplanistas, anti-vacunas, conspiranoicos, anti-aborto, favorables al aborto, veganos y la gran variedad que exhibe la política.
El fanatismo político suele ser más integral, hay personas que definen cómo pensar según lo que dicta la ideología a la que están atados, en cada aspecto de la vida se posicionan para establecer un dogma. Por ejemplo, hay sectores "de derecha" que defienden el libre comercio, se definen contrarios al aborto, contrarios a los reclamos del feminismo y favorables al endurecimiento de las leyes contra la inmigración y contra delitos urbanos. Pareciera que los ítems enumerados no tienen porqué tener un vínculo en común, son varios, pero sirven para establecer el grado de compromiso de los que quieren pertenecer al sector que proclama todas esas consignas:
"Si el señor X que tanto me agrada se define de derecha, yo debo definirme de derecha también, y si critica a las mujeres, yo debo hacerlo también porque quiero integrar su conjunto de adherentes"
Llegados a este punto, la lista de consignas a seguir y a repetir se transforman en un DOGMA del cual no podemos separarnos. Los seres humanos por naturaleza necesitamos sentirnos integrados a algún grupo social, queremos ser aceptados por otros, incluso somos capaces de efectuar ciertos ritos que nos desagradan para mostrarle a aquellos a quienes aspiramos a acompañar nuestro nivel de compromiso.
En política esto se evidencia en el caso de cierto grupo de fanáticos al que denominamos como sobreideologizados porque repiten hasta las comas los discursos de ciertos referentes. Muchos de ellos se dicen defensores de las libertades individuales y cuestionan a sus oponentes en todo debate con motes que perfectamente les cabrían a ellos mismos. Destacan por su afán de proyectar.
Los sobreideologizados son tan "librepensadores" que están identificados 100% con la "derecha" y se autodefinen como "libertarios" o bien se asumen "de izquierda" y algunos se enorgullecen de llamarse trotskistas, o más cariñosamente, zurdos. Unos como otros son dogmáticos, no pueden desviarse un ápice del dogma a riesgo de exclusión, de perder su status, lo que les da entidad, pertenecer a cierta agrupación, ideología o (no se ría) corriente de pensamiento, una de esas donde usted no puede pensar cualquier cosa, debe pensar, opinar y comportarse como los referentes, como "los que saben".
En realidad esos fanáticos no son iluminados, están adoctrinados, no tienen capacidad para rebelarse, ni para opinar en contraposición a lo que les marca, digamos, EL PARTIDO. Tienen una fuente de información única, una sola fuente que les impone como ver el mundo y no tienen la sabiduría, ni el nivel para debatir con argumentos propios, sino de los que les inocularon otros. Tampoco pueden, por ignorancia o cobardía, separarse de ese discurso, el miedo a ser acusado de traidor, es tremendo.
Incluso gracias a estos individuos proliferan un gran número de noticias falsas, pero solo aquellas que son afines a su parecer, independientemente de que se las desmienta en algún momento porque cuando llega la desmentida es demasiado tarde, el impacto deseado se obtuvo y ya la gente está entretenida con otra cosa.
Algunos llegan a ciertos foros a divertirse, a confrontar la forma de ver el mundo que les enseñaron a no cuestionar por temor a convertirse en nadie, a que los rechacen sus camaradas y a que le desconfíen aquellos a quienes atacó.
Claro, vienen programados para debatir con ideas pergeñadas por otros, para chicanear, para no dar el brazo a torcer a quienes piensan diferente, porque en su mundillo son pocos y no influyen, necesitan interactuar en otros sitios para sentir que a alguien le generan indignación, es su forma de sentirse vivos, y ante cada insulto, sienten que "ganaron el debate con argumentos sólidos". Y no es así, no quiere decir que ganaron, fueron lo suficientemente obstinados para no conceder nada y se hacen insultar no porque sus oponentes se quedaron sin argumentos, sino porque es natural indignarse ante gente terca, y que muchas veces recurre a excusas que ya se habían debatido para que el intercambio no acabe nunca.
Tienen la soberbia de creer que el objetivo del debate es hacerles cambiar de opinión a ellos (cosa que no está en sus planes) y no con el fin de debatir sinceramente una problemática específica con seriedad.
En estos tiempos de virtualización forzada proliferan estos especímenes especializados en generar emociones rápidas en vez de respuestas elaboradas que no quieren entender y en muchos casos no son capaces de entenderlas. En general las tendencias políticas más retardatarias apelan a los dogmas, a los falsos líderes para sembrar de fanáticos sobreideologizados los sectores de la sociedad a los que se prevé perjudicar. Esto mantiene dividida a la clase trabajadora bajo falsas consignas cuando el verdadero problema es la clase dominante que la oprime.
El mejor remedio contra el exceso de los infectados por la sobreideologización es ignorarlos, a menos que para esto también se cree una vacuna...
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