La verdad, aunque esté en minoría, sigue siendo la verdad...

La burguesía disfraza su propio interés particular, para que de tal forma, ese interés particular forme parte del interes general

domingo, 12 de agosto de 2018

El salmón de la economía

Pasan los años y las crisis económicas se suceden en varias naciones, el modelo económico neoliberal permanece incuestionable y parece un insulto tratar de despegar el concepto de libertad al de libertad de mercado, ahora ¿siempre fue así?

Por la primera mitad del siglo XX, un economista húngaro llamado Karl Polanyi decidió estudiar la historia económica antigua para encontrar fundamentos que desmientan el discurso dominante que se estaba imponiendo por esos años.
Polanyi no ha sido olvidado por casualidad, sus deducciones y fundamentos ponen en duda la teoría del libre mercado que propagaron entre otros, Milton Friedman y Friedrich Hayek, recuperando el concepto de libertad económica que postulaba Adam Smith: "la economía debe ser libre de rentistas" cuando se nos hizo creer que la economía debe liberarse del estado... y los rentistas (bancos, especuladores financieros, terratenientes y toda clase de oligarcas que nunca supieron lo que es trabajar) fueron quienes más se beneficiaron de ello.
Este estudioso de la economía observó que es una aberración dejar que el mercado se autorregule y a la vez cumpla la meta de satisfacer las necesidades de la sociedad, este actor que la doctrina neoliberal permanentemente deja fuera de su análisis (claro, porque allí están los que se caen de este sistema). Algo que a Polanyi le llamó la atención es el papel de la deuda como generadora de desigualdad.

La deuda eterna
Partamos de esto, las deudas no son algo malo persé, casi que son algo necesario, el problema es lo que se hace con ellas y el efecto que aquellos agentes más fuertes que las producen buscan. Hay pruebas de que en las antiguas Sumeria y Babilonia existían transacciones comerciales y se generaban deudas tal como las conocemos ahora. Sin embargo, estas deudas se generaban entre personas con un nivel de poder similar, pequeños comerciantes, productores, artesanos, el papel de gran empresario lo ocupaba el aparato estatal. Claro, no todas las deudas podían pagarse y los acreedores se cobraban sus deudas arruinando a sus deudores lo que generaba una forma de desigualdad. Como en esos tiempos el estado y la burguesía no congeniaban, el monarca solía declarar amnistías económicas periódicamente tras las cuales no se podían reclamar deudas e incluso se confiscaban las tierras tomadas por los acreedores en forma de pago para devolvérsela a los antiguos dueños. De paso el estado evitaba que integrantes de la plebe se enriquecieran demasiado y pudieran poner en riesgo el poder político...
Karl Polanyi
Se puede comprobar en la actualidad que hay un abuso del recurso de la deuda, se nos invita a consumir, porque debemos alcanzar ciertas metas, porque eso creemos que nos hace mejores, como el dinero no nos alcanza, están las entidades financieras que amablemente nos prestan dinero o nos ofrecen facilidades para acceder a esa vida a través del crédito. Eso sí, si usted no puede cumplir con la obligación, se le sanciona severamente sin posibilidad de atenuantes.
La deuda con los años ha tomado un carácter perverso, se cuestiona al deudor por no poder pagar, pero no al acreedor que ofreció dinero a quien quizá no lo necesitaba. Esto incluso ocurre con los países, a quienes se condena a una dependencia esclavizante del libre mercado y de las corporaciones que se benefician con este sistema.


En el mundo de hoy existen aquellos oligarcas que deciden cuanto dinero van a ganar mañana y el otro 99% que dependemos de un salario que se nos paga de mala gana y a la baja. Y peor aún, esos salarios también lo deciden estos oligarcas a quienes le generamos la riqueza con nuestro trabajo. ¿No le resulta extraño que en todas las crisis económicas esos oligarcas siempre se vuelven más ricos?

Bienvenido sea este humilde homenaje a quien, como el salmón, se atrevió a ir contra la corriente y cuestionó lo que aún hoy, parece el único camino posible.
Aquí compartimos una de sus obras más celebradas: La gran transformación





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