Por estos días conmueven las escenas de los refugiados sirios y africanos que intentan cruzar mares y desiertos para llegar a Europa poniendo en peligro sus vidas. Sin embargo, un proceso migratorio no menos dramático se lleva a cabo de este lado del Atlántico y, a diferencia de los antes mencionados, es de larga data.
El intento de llegar a EEUU por parte de ciudadanos centroamericanos, lleva a estas personas a desafiar la muerte trepándose a trenes cargueros que les permitan cruzar México. La aventura para ser llevada a cabo exige para estos migrantes, personas pobres en sus países, juntar algo de dinero para comprar un poco de comida en las semanas o meses que puede durar el viaje, para pagarle a "coyotes" (individuos que les facilitan el cruce de frontera a los EEUU) o para sobornar a agentes de migraciones o a la policía mexicana. Debido a esto deben enfrentarse a bandas de delincuentes que intentan robarle ese dinero, no faltan la violencia física, los asesinatos y los abusos sexuales.
Otro gran problema es la travesía en sí, además de la falta de comida regular deberán atravesar ríos, selva y desiertos, treparán a trenes de carga donde aparecerá un enemigo insospechado: el sueño, muchos migrantes se quedaron dormidos en el techo de el ferrocarril, se cayeron y fueron arrollados por el convoy.
Mal comidos, mal dormidos, temerosos de los riesgos de una aventura impredecible, y con el pesar de dejar a sus familias en los países de origen con la obligación de encontrar un trabajo en EEUU (por lo general de muy baja calidad) y poder traer un día a sus seres queridos... siempre y cuando ellos puedan cruzar la vigilada y amurallada frontera.
Muchos de ellos fracasaron en sus intentos y perseveraron varias veces en este derrotero, algunos con mutilaciones de los intentos previos. El mito del sueño americano y la imagen sobredimensionada que muchos pueblos latinoamericanos tienen de EEUU como "tierra de las oportunidades" eclipsa cualquier plan alternativo, hay que cruzar la frontera como sea, a ver que pasa.
Quizá como ocurre con los sirios o africanos, estos despojados pretenden recuperar lo que se les ha quitado allí, en el lugar que es el centro de todos sus pesares.